Los consumidores han hecho de la sostenibilidad un prisma con el que valoran a las marcas y deciden si se relacionan o no con ellas. Les preocupa el futuro del planeta y no quieren que el uso y abuso que hacemos de los recursos ponga en compromiso el bienestar de las próximas generaciones.
Al mismo tiempo, esperan que las empresas sean consecuentes con esa sensibilidad y no se queden con una simple declaración de intenciones, sino que se demuestre con hechos. Según un estudio reciente de KPMG International, dos de cada tres consumidores están dispuestos a pagar más a compañías que consideran socialmente responsables.
Una recompensa y una exigencia que las marcas han de integrar plenamente en todas sus áreas de actuación. Si nos centramos en la casuística del e-commerce, hay dos factores que determinan el momento presente:
La sostenibilidad no es una opción en la cadena logística.
Los datos son contundentes: la cadena de suministro a nivel global representa más del 80% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Solo en España, el sector logístico mueve más de 500 millones de envíos anuales y cinco millones de toneladas. Su impacto en el aire, el agua, la biodiversidad, etc., es cada vez mayor.
La sostenibilidad no puede ser una opción en la cadena logística. Ésta tiene que rediseñarse para afianzar los envíos con cero emisiones en carbono, para responder a esa inquietud del consumidor que es quien dicta cómo deben actuar las marcas si quieren llegar a él. Los ecommerce tienen a su alcance las herramientas, solo tienen que dar el paso y entender que esta decisión es la que va marcar una posición de ventaja en un futuro mucho más cercano de lo que creen. ¿Por dónde pueden empezar?
1. Flotas sostenibles.
Si el transporte es el responsable del 30 % de las emisiones de CO2, es imprescindible tomar medidas a este respecto. El uso de flotas sostenibles, con vehículos eléctricos o sin motor, debe priorizarse. A su vez, el tamaño reducido de estos y el hecho de que sus rutas partan desde puntos logísticos ya situados en el corazón de las ciudades, minimiza su efecto en la congestión del tráfico urbano.
2. Almacenes urbanos.
Un modelo en el que tiene que apoyarse la logística de última milla. El último eslabón de la cadena de suministro se basa en el empleo de almacenes urbanos que evitan que las mercancías salgan de las ciudades a las plataformas logísticas de la periferia y vuelvan a entrar para ser entregadas.
3. Flexibilidad horaria.
La flexibilidad y la certeza en la configuración de los pedidos, o flexcommerce, también es clave. La posibilidad de establecer franjas horarias concretas para recibir un producto mejora la ratio de entregas efectivas, reduciendo considerablemente los desplazamientos necesarios y ofreciendo al cliente la posibilidad de elegir momentos de menos congestión vial.
4. Devoluciones más ágiles.
En 2021 uno de cada tres consumidores españoles realizó una devolución de sus compras online y en Estados Unidos el 30% de las transacciones son devueltas. Esto implica que los movimientos asociados a una compra online se incrementen sustancialmente, así como su coste social, económico y ambiental. Las devoluciones son un punto crítico para el ecommerce más allá de la experiencia de compra. Es preciso hacer más ágil la logística inversa para que estos productos puedan ser reintegrados lo antes posible en la cadena de comercialización. De esta forma, se evitan que puedan perder valor de mercado, algo muy habitual en el sector moda, ya que está sujeto a ciclos muy cortos.
5. Eco-friendly packaging.
El cartón que se emplea en los cerca de 165 mil millones de paquetes enviados cada año en Estados Unidos equivale a mil millones de árboles. Minimizar el impacto que tiene el embalaje de los productos en el entorno pasa por la reducción sistemática de los residuos, el empleo de materiales reciclados y biodegradables y la reutilización de materiales.
A priori, la implementación de la sostenibilidad en la cadena logística puede parecer compleja, pero ya existen muchas compañías que lo han integrado en todas las fases del proceso, como es el caso de If Lastmile. Una inversión que tiene un retorno directo en forma de reducción de costes y de aumento de la calidad de servicio que las marcas prestan a sus consumidores. El reto de la sostenibilidad no tiene vuelta atrás y abre una ventana de oportunidades a las compañías que lo asuman y sean capaces de responder al compromiso que exigen sus clientes.