Hoy en día hay una preocupación que es común a cualquier sector de actividad: la urgencia de la sostenibilidad. El medioambiente es para muchas empresas una prioridad en sus agendas, y no sólo por responsabilidad social. Hablamos también de un consumidor cada vez más concienciado que, en sus relaciones con las marcas, exige respeto con el planeta. Esto, por supuesto, alcanza de lleno al sector logístico y, por extensión, al de la logística inversa.
El incremento de las compras digitales en los últimos años ha tenido como lógica consecuencia el crecimiento de la actividad del ecommerce pero, al mismo tiempo, ha hecho crecer también el volumen de las devoluciones. Este problema se manifiesta especialmente en sectores como el textil o los artículos de electrónica. La consultora McKinsey ofrece un dato bastante revelador de antes de la pandemia: la tasa de devolución de ropa en el ecommerce era de un 25% en EE.UU., una cifra con expectativas de crecimiento y que, a partir de las estimaciones de KPMG, en España alcanzaba hasta el 30%.
Huella medioambiental de las devoluciones.
El punto de partida de este problema desde la óptica medioambiental es sencillo: la huella ecológica de un producto que se devuelve puede llegar a duplicarse, porque el envío deshace el camino que ya ha realizado:
Minimizar la huella ecológica de las devoluciones.
La propia evolución del ecommerce y las nuevas costumbres de los consumidores hacen que sea muy difícil evitar las devoluciones e incluso tratar de reducirlas. Por ello, la logística inversa exige un replanteamiento de su operativa en busca de una mayor eficiencia y un menor impacto medioambiental.
La gestión de las devoluciones en almacenes situados dentro de las ciudades es una de las alternativas más interesantes en este sentido. Con ello, se reduce considerablemente la distancia que tienen que recorrer los paquetes tanto para su recogida como para su verificación y el traslado puede realizarse con vehículos eléctricos, mucho menos contaminantes. De esta forma, también se acortan los plazos para hacer efectiva la devolución, reduciéndose incluso a 24 horas, y las posibilidades de que la prenda pueda ponerse de nuevo a la venta al 100% de su valor de mercado.
Si, además, todo este proceso se digitaliza y es llevado a cabo por un equipo especializado en logística inversa, como iF Lastmile, las devoluciones dejan de ser uno de los puntos de fricción entre marcas y clientes y se convierten en un elemento de valor añadido en su experiencia de compra.